Aprender a convivir con el dolor

Esta semana queremos acercarte al DOLOR. Sí, lamentablemente lo haremos, porque si hay algo que en nuestras vidas nos cuesta mucho de lidiar y, sin embargo vaya a darse por seguro, será el dolor.

Ante todo, debemos de comprender que existen distintos tipos de dolor, distintas formas de manifestarlo, de tratarlo y, también, de vivirlo. Me atrevo a decir que, tantas, como personas lo vamos a sufrir.

Pero, vamos a empezar por el principio,…

Qué es el dolor

El dolor es una experiencia subjetiva que nos produce una señal molesta y desagradable (ya sea física o emocional), para informar de que algo en nuestro organismo quedó dañado, lesionado o que, simplemente, no está funcionando de forma correcta.

Es una respuesta que puede darse en cualquier ser vivo que disponga de un sistema nervioso central. Algo que resulta muy interesante de tener en cuenta, porque nos informa de algo fundamental:

“Sin presencia de Sistema nervioso central (cerebro), la experiencia dolorosa no existe”.

Esto podría confirmar la hipótesis de que el dolor se produce 100% en la cabeza de la persona que lo padece, y no en el propio cuerpo físico. Cuidado, que esto no significa que el dolor sea una cuestión psicológica, nada de eso. Estamos hablando de ‘sistema nervioso’, de ‘neuronas’ (impulsos nerviosos) y, por lo tanto, de que el dolor es consecuencia de una compleja actividad neurológica, en todo caso. Existen distintas figuras que defienden esta idea en el mundo, como es el caso del fisioterapeuta australiano experto en dolor Lorimer Moseley o Arturo Goicoechea, en nuestro país.

El dolor es, en realidad, un mecanismo de supervivencia que nos impulsa a parar para tratar de resolver. Nos frena para que actuemos. Nos cuenta que el organismo necesita ser atendido para poder restablecer su equilibrio y sanar. Para volver a funcionar de modo habitual.

¿Qué tipos de dolor existen?

Ante todo hay que recordar que clasificar el dolor, sirve a los profesionales para ordenar y unificar criterios, comprender mejor esa experiencia subjetiva pero que, en realidad, toda clasificación va a quedar pobre de descripción y que, el dolor, lejos de ser encasillado, debería de ser escuchado en detalle y bien comprendido para saber, realmente, lo que la persona necesita y cómo se debe actuar. Aún y así, encontramos algunas formas principales de clasificarlo. Como por ejemplo son según:

  • Su tiempo de duración: agudo o crónico (cuidado, no significa para siempre)
  • Su intensidad: leve, moderado o intenso
  • Su fisiología: neuropático o nociceptivo
  • Su localización: somático, visceral o psicogénico
  • Etc.

¿Cómo se debe de tratar el dolor?

Ya hemos visto que, ante todo, debemos comprender su origen, su historia y contexto. Debemos actuar al nivel correspondiente según la urgencia de lo que manifiesta. También, podemos intervenir con tratamientos paliativos que reduzcan la experiencia dolorosa en la persona que lo padece y, de ese modo, aliviar parte del sufrimiento que causa.

En cuanto a qué tipos de tratamiento o terapias antidolor o, mejor dicho, paliativas podríamos aplicar, pues existen múltiples actuaciones que pueden ayudarnos a manejar mejor el dolor. Su elección debería de ser valorada entre la persona y el profesional que le acompaña. Pero es importante conocer, de entrada, algunos de los principales tratamientos que existen:

  • Medicación
  • Anestesia local
  • Neuroestimulación
  • Medidas físicas (rehabilitación y fisioterapia)
  • Medidas psicosociales
  • Acompañamiento psicoemocional

Por supuesto, y considero que es importante de dejarlo claro antes de dar por cerrado este apartado, es muy importante (sobretodo en dolores de larga duración, como el reconocido ‘dolor crónico’) antes de complicarnos la vida con determinadas intervenciones, asegurarse de que la persona que está sufriendo el dolor tiene bien cubiertas sus necesidades básicas. Que la persona parte de una base de salud que le permita la recuperación y el restablecimiento de su equilibrio. En caso de no ser así, y según qué tipo de dolor aparezca (Tal y como ya dijimos, sobretodo, en los de duración más larga, ‘dolor crónico’), lo ideal sería, primero, intervenir a ese nivel esencial. Y es que, el origen del dolor crónico resulta ser, en un gran número de casos, causa de un carencia de salud y equilibrio basal en el cuerpo que termina desencadenando malestar orgánico en Cuerpo, Mente y/o Corazón.

Factores que pueden reducir el impacto del dolor

  • El estilo y calidad de vida
  • El nivel de satisfacción con el estilo de vida o el tratamiento/intervención elegidas

Factores que pueden modular el impacto del dolor

  • Sueño
  • Relaciones Sociales
  • Actividad diaria
  • Trabajo
  • Vitalidad

Factores que pueden aumentar el impacto que tiene el dolor

  • Depresión
  • Ansiedad
  • Coste sanitario

Conclusión

  • Cuando el dolor aparezca en tu vida, trata de no luchar en contra de él
  • Aprende a escuchar, no solamente a tu cuerpo, sino también a tus pensamientos y a tus emociones, qué es lo que tratan de decirte con su manifestación
  • Comprende el mensaje que tiene para ti desde una visión global, que relacione el cuerpo con la mente y las emociones. En caso de no poder sacar respuesta sol@, pide ayuda profesional
  • Cuando el dolor aparezca, trata de permitirlo. No se trata de quedarte de brazos cerrados, todo lo contrario, se trata de que el dolor pueda transitar por tu vida realizando su función, como cualquier otro estado
  • Busca soluciones que resuelvan el daño sufrido, si las hay (ya sea físico, psicoemocional, orgánico, social, etc.). En caso de que no exista solución que resuelva el dolor, ayúdate de aquellos tratamientos y terapias paliativas que te permitan reducir el malestar entorno a la experiencia dolorosa que estás viviendo
  • Nuutre de amabilidad a tu Ser. Trátate con amor y compasión. Tú no eres tu dolor, aunque se que, a veces, un@ pueda identificarse con él.

Ir en contra del dolor, no va a sumar nada de bueno a la experiencia dolorosa. Por contra, cuando luchamos contra él, sobretodo cuando se trata de un dolor crónico, va a generarnos niveles de rabia, miedo y frustración añadida que empeoran dicha experiencia. Pues ocurrirá que va a aumentar la ansiedad en la persona que lo padece y, tal y como hemos visto, el impacto por cómo es vivido va a provocar una vivencia todavía peor.

Si aún y reconocer tu dolor, o a pesar de comprender su origen y causa, no encuentras una solución que te permita reducir el malestar que causa esta experiencia, quizás podamos ayudarte a mejorar tus síntomas a través de recursos y herramientas que nos ofrecen la fisioterapia, la psiconeuroinmunología, la alimentación, el yoga y la meditación o la psicoterapia integrativa.Con el Programa BalanceArte nos adaptamos para poder acompañarte de bien cerca durante 8 semanas junto a todo el Equipo profesional. También puedes encontrarnos disponibles por separado: AQUÍ

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