Etiquetas y diagnósticos Psicológicos

En este post hablamos de un tema que, todavía a día de hoy, se considera un tabú. Un tema que, a pesar de afectar a más de 1 de cada 4 personas en algún momento de su vida, genera mucho miedo y vergüenza entorno a quien lo padece. Hablamos de los diagnósticos psicológicos, los trastornos mentales, concretamente, a lo que refiere la parte psicoemocional. Quizás, si conoces un poco acerca de los criterios, las categorías, los tipos de personalidad y otros parámetros que se manejan en el ámbito de la psicología clínica, seguramente te hayas planteado alguna vez lo mismo que yo me planteé en su día:
“¿Existe realmente alguien capaz de escapar 100% de todos y cada uno de los diagnósticos y etiquetas que se describen como trastorno mental en el actual DSM?” (El DSM es el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la American Psychiatric Association, como el ‘Vademecum’ de psicólogos y psiquiatras).
Quien haya sufrido en algún momento un episodio de trastorno psicoemocional, o lo haya vivido de cerca, seguramente haya sentido cierto alivio ante el hecho de recibir un diagnóstico claro, el poder dar un marco teórico a la situación, al malestar de lo que siente la persona que lo sufre. Ese marco teórico ofrece, por un lado, la confianza y tranquilidad de poder encauzar lo que pasa, de poder ser reconocido lo que ocurre, que tiene nombre. Sin embargo, este diagnóstico o etiqueta, tiene otra parte oscura, y es en la que vamos a profundizar hoy.
Es muy frecuente que en sociedades ‘avanzadas’ como la nuestra, se haga uso de etiquetas diagnósticas y otras formas de clasificación para poder determinar y tener un mayor control el funcionamiento de las cosas, así como de las personas, con las que tratamos. Esto es algo que nos ahorra muchísimos recursos (cognitivos, temporales, económicos, etc.) pero que, a la vez, soy partidaria de tomar con pinzas. Me gustaría explicarte mejor el por qué. Para ello voy a centrarme, concretamente, en el ámbito psicoemocional de la persona.
Detrás de cada un@ habita una historia personal única. Una historia cargada de traumas, pérdidas, tristezas, dolores, rabias, frustraciones, etc., más o menos conscientes, más o menos expresadas. Cada un@ tiene sus propios antecedentes y, sobretodo, ambiente y contexto determinados. Algo que hace de su persona un ser humano mucho más complejo de lo que, a simple vista, un diagnóstico pueda describir.
El acompañamiento psicoemocional es muy importante
Para los psicólog@s y aquell@s otr@s profesionales que nos dedicamos al campo de la salud, representa todo un reto el hecho de poder acompañar a la persona diagnosticada. En primer lugar, por el miedo y la resistencia que aparecen ante un posible diagnóstico de trastorno mental y, en segundo lugar, porque son muchísimas las variables que deben de tenerse en cuenta a la hora de tratar temas como son el comportamiento, la actitud, el pensamiento o la forma de sentir y expresar a nivel emocional.
Los trastornos mentales existen, esto es una realidad. Y es muy importante que las personas no demonicemos este tipo de contextos que arrastran a la persona, y a su entorno más cercano, a sufrir un profundo malestar. Por una parte, para evitar que el miedo y la vergüenza que siente la persona que lo padece lo lleve a ocultarse y no pedir ayuda profesional y, por otra, por no añadir más sufrimiento al dolor que ya padece esa persona. En ambos aspectos, tenemos un papel clave tod@s l@s profesionales de la salud que nos dedicamos al acompañamiento psicoemocional. Debemos estar preparados y saber reconocer, de forma ética y responsable, las intervenciones adecuadas en cada momento, así como aquellas limitaciones que hay detrás de las mismas. De nuevo es importante la visión integral del Ser. Valorar y acompañar a la persona desde un campo de visión global, que tenga en cuenta los pilares fundamentales de su salud y bienestar. La realidad es que existen trastornos psicológicos y emocionales y es responsabilidad de tod@s poder conocerlos y ser respetuosos con ellos.
¿De qué sirven los diagnósticos psicológicos?
Como cualquier categorización o clasificación, los diagnósticos nos van a servir para ahorrar recursos, para facilitar, a priori, un posible marco teórico y de tratamiento.
Pero es cierto que, cada vez son más, los estudios y las corrientes que ponen en cuestión la validez diagnóstica. Tal y como hemos visto, son muchas las variables que conviven e interactúan detrás de cada experiencia personal. Algo que obliga a tener en cuenta un riguroso control de variables para poder sacar conclusiones válidas y fiables (algo my difícil de poder garantizar). Si añadimos a esto la poca utilidad que a nivel práctico tienen estas etiquetas (saber cómo afrontar mejor el día a día de la persona, cómo ayudarla a mejorar, etc.), el uso de etiquetas y diagnósticos es algo, por lo menos en ciertos casos, cuestionable.
Cualquier diagnóstico da una etiqueta a la persona, encasillándola de un modo determinado, que puede distraer (a la propia persona y al entorno social-familiar y médico) de actuaciones funcionales que podríamos hacer si no estuviéramos condicionados por la misma. Distracciones que nos alejan de todo aquello que podemos ofrecerle a través del soporte psicoemocional, así como otros tipos de ayuda, tanto para la mejora, como el alivio o, incluso, la curación. No deberíamos de perder nunca de vista que, detrás de un diagnóstico, lo que se esconden realmente son síntomas, signos y otras señales, pero ¡Cuidado! que muchas señales pueden aparecer, también, sin la presencia real de un trastorno. A veces la aparición de determinados síntomas y señales son indicio de procesos y estados absolutamente adaptativos y funcionales. Hay que conocer muy bien los límites y la complejidad del contexto. Un ejemplo de ello sería cuando alguien comenta ‘Lo han echado del trabajo, creo que ha cogido una depresión’. Cuando en realidad lo que le ocurre a esa persona es, simplemente, que le ha invadido la tristeza y la desesperanza por una pérdida de empleo que no esperaba.
Es importantísimo hacer un buen acompañamiento a la persona y al entorno más cercano que tiene y, en muchas ocasiones, esto pasa por el hecho de poder hacer un buen diagnostico a tiempo (un ejemplo de ello sería el caso del diagnóstico de la Depresión Mayor-TDM, o trastornos de ansiedad como el TAG).
Con todo esto, simplemente, me gustaría que tú, lector/a de ese contenido, no creyeras que me posiciono ni a favor ni en contra del diagnóstico. Solamente hago una reflexión en voz alta de un asunto controvertido y al que te invito a reflexionar también.
Entonces, ¿Cómo hacer una buena lectura y uso del diagnóstico psicológico?
Los diagnósticos y las etiquetas psicológicas deberían de servir, sobretodo, para encuadrar al conjunto de síntomas, signos y señales que padecemos las personas. Se estima que, por lo menos, 1 de cada 4 personas va a estar diagnosticada a lo largo de su vida de algún trastorno mental. Así es que sería bueno poder conocer más acerca de esos trastornos, de sus síntomas y, sobretodo, comprender lo que quieren indicarnos.
Los diagnósticos psicológicos deberían de servirnos para:
- Situarnos acerca de los síntomas y alteraciones que sufre la persona
- Ofrecer un marco de referencia del estado inicial en el que se encuentra la persona en el momento que llega a nuestra consulta.
- Reconocer con ello las áreas del bienestar de la persona que pueden verse alteradas
- Ayudarnos a describir las posibles actuaciones que podemos llevar al respecto
- Agilizar la comunicación entre profesionales, comprendiendo que quedan muchísimos vacíos importantes para rellenar.
Un diagnóstico psicológico no debería, jamás, ser definición de lo que es la persona (su identidad)
Debemos comprender que, ante todo, la persona es una persona, no una etiqueta diagnóstica. Cada persona tiene una realidad personal, un contexto, una historia personal distinta, dispone de recursos diferentes, etc. Nuestra labor como profesionales y acompañantes es la de tomar ese diagnóstico como lo que es, un diagnostico. Un simple marco de referencia que nos sitúa respecto a muchos de los síntomas y señales que están presentes en la persona que tenemos delante.
La valoración psicológica y el acompañamiento psicoemocional debe de ser personalizado y cercano. Lo ideal es que la persona pueda ser valorada de forma integral, con una visión general que englobe todos y cada uno de los principales factores que intervienen en su equilibrio de la salud y bienestar. Además, de ser liberada con ello de esa dichosa ‘identidad etiquetada’. Esta realidad es la que da sentido al trabajo que, los profesionales de la salud integrativa o los psicoterapeutas multidisciplinares, ofrecemos a nuestra sociedad.
Ojalá estas palabras te lleguen. Ya seas tú mism@ quien se encuentra debajo de un diagnóstico/etiqueta a nivel mental o bien, la persona que se relaciona con una persona etiquetada/diagnosticada como tal. Ojalá este post te sirva de ayuda para comprender que todo ser humano es digno de tener su propia identidad e historia personal. Cada persona dispone de unos recursos, unas capacidades y un contexto único, particular. Deberíamos de tenerlo muy en cuenta…
Helena Cabruja
Psicóloga multidisciplinar (Contacta para acompañamiento online)
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